“Jessica Lange, una actriz de Hollywood en Colunga”, por Jorge Hevia Sierra.
La famosa actriz norteamericana Jessica Lange ha tenido una importante vinculación con Asturias y, muy concretamente, con el Concejo de Colunga. Y es que Jessica estuvo casada con Paco Grande, hijo del prestigioso doctor Francisco Grande Covián, nutricionista y científico de renombre mundial, personalidad ilustre de la villa de Colunga. Después de pasar un tiempo en Inglaterra y ganar en 1950 la cátedra de Fisiología de la Universidad de Zaragoza, el doctor Grande Covián vivió, entre 1952 y 1974, su etapa más fecunda desde el punto de vista profesional en Estados Unidos. En esos años realiza trabajos de gran calidad sobre nutrición para el ejército norteamericano.
Jessica Lange nació en Cloquet, Minnesota, en 1949. En los años 60 consiguió una beca de la Universidad de Minnesota para estudiar Bellas Artes. Allí conoció a Paco Grande, su profesor de fotografía en la Universidad con quien terminaría casándose. Él la inició en el mundo de la fotografía, afición que seguiría cultivando a lo largo del tiempo y compaginando con su carrera de actriz. Se casaron en 1970 y se divorciaron formalmente en 1981.
A las pocas semanas de conocerse decidieron viajar a Europa, lo que le permitió a ella conocer Madrid, Andalucía, Barcelona y Asturias, donde se encuentra la casona familiar de los Covián. La propia actriz recordaba ese tiempo con nostalgia durante su estancia en Barcelona con motivo de una exposición de sus fotografías en 2015: “fuimos desde Ronda hasta Asturias, parando en muchos lugares a los que me gustaría volver; era una vida muy plena y feliz.”
Luego viajaron a París en 1968, justo cuando estaban teniendo lugar las históricas manifestaciones de mayo. En la capital francesa coincidieron con una serie de fotógrafos amigos de Paco, como Robert Frank, Danny Lyon y Larry Clark. El primero, mayor que el resto, era ya una figura internacional y los otros, más jóvenes, llegarían después a serlo. Jessica pasaría en París cerca de un año y medio, estudiando pantomima, subgénero dramático del mimo, con Étienne Decraux, figura relevante en ese campo, maestro que revivió el llamado mimo corporal dramático o “mîme concrète”, que tanta influencia tuvo en actores como Jean-Louis Barrault y Marcel Marceau. El mimo corporal dramático busca introducir el drama dentro del cuerpo y representar lo invisible: emociones, dudas y pensamientos. Ese período de estudios en París con Étienne Decraux fue muy importante para Jessica, tanto por lo que le aportaría a su carrera interpretativa como por lo que supuso de inmersión en la cultura francesa.
Carrera artística. Jessica Lange debutó en 1976 con King Kong, pero su explosión en el cine llegaría con el remake de Bob Rafelson de El cartero siempre llama dos veces (1981), junto a Jack Nicholson. Antes, en 1979, hace otra película importante, All That Jazz de Bob Fosse. Ganó el Oscar dos veces: en 1982, como mejor intérprete de reparto por Tootsie, de Sydney Pollack, y en 1995, como mejor actriz por Blue Sky (en España, Las cosas que nunca mueren), de Tony Richardson. Y entre una y otra dejó trabajos como el de La caja de música (1989), drama político de Costa Gavras.
Recuerdo muy bien el revuelo que se montó en Colunga con motivo de una de sus visitas en el verano de 1975, cuando acababa de hacer “King Kong” y alcanzado una notoriedad que hasta entonces no tenía. Esa película fue clave en su carrera y en su vida personal.
Tras separarse de Paco Grande inició una relación con el bailarín ruso Mikhail Baryshnikov, con quien tendría una hija. Jessica también estaría después casada muchos años con el escritor y actor Sam Shepard, al que había conocido en 1982 durante el rodaje de Frances, película que aborda el acoso y los sufrimientos padecidos por la rebelde e izquierdista estrella americana de cine Frances Farmer.
Por cierto, en los dos meses que pasé en Mill Valley, California, en 1982, recuerdo que Sam Shepard era considerado el maestro y un ídolo de numerosos jóvenes escritores y guionistas de cine que vivían en esa pequeña localidad, prácticamente un suburbio de San Francisco. Yo vivía en casa de una pareja de escritores que sentían adoración por Sam Shepard cuando, a pesar de tener cierta edad, apenas había iniciado su carrera como actor y era sobre todo conocido como autor teatral y guionista de cine. Por entonces era ya el autor más representado en Estados Unidos después de Tennessee Williams.
Volviendo a Jessica, hay que decir que su pasión por la fotografía no hizo sino crecer con los años. Prueba de ello son las Exposiciones fotográficas que ha tenido en nuestro país, como la del Centro Niemeyer en Avilés en 2011 y la de Barcelona en 2015.
Paco Grande ha seguido desarrollando una carrera artística de notable mérito en el campo de la fotografía. En su periplo vital, después de su relación con Jessica Lange, pasó una temporada de su vida en Perú, donde se casó con una peruana y tuvo dos hijos.
Vladimir Herrera le hace una entrevista en noviembre de 2013 en su blog Laguna Brechtiana, en la que Paco habla de su vinculación con Perú: “La novedad del nuevo mundo, la maravilla del Cusco. En Cusco y el Perú todavía existen valores que me recuerdan mi infancia: la importancia y lo entrañable de la amistad, la generosidad de la gente, cómo te recogen, cómo siempre hay tiempo para hacer, no sé, una visita, hablar, compartir, viajar… Es algo que ya en la España de hoy casi no existe, la gente está muy liada, está muy ocupada tratando de mantenerse sobre el nivel del agua para que no se ahoguen en las necesidades económicas. Sí, me encuentro que la calidad de vida en España, hasta en los pueblos, hasta en un pueblo tan bonito como Colunga, Asturias, donde vive la familia de los Covián, la familia de mi abuela, en una majestuosa casa. Siento que esas son mis raíces, que ahí he estado muchos años, pero me siento muy a gusto entre la gente de Perú, especialmente…”
Termino con unas breves líneas sobre la hermosa Casa de los Alonso Covián en Colunga. Y para ello sigo fielmente el artículo publicado por Adrián Ausín en El Comercio el 27 de septiembre de 2015. Buena parte de esa casa-palacio se remonta al año 1460. En ella pernoctó Carlos de Gante, tras llegar a España en 1517. Su destino era Santander, pero una tormenta desvió su ruta y le llevó a desembarcar en Tazones. Nunca había estado antes en España pues había residido siempre en Flandes. Tras cuatro jornadas en Villaviciosa, alojado en la Casa de los Hevia, Carlos I emprende un lento camino rumbo a Santander, antes de dirigirse a Tordesillas donde va a entrevistarse con su madre, Juana la Loca. Un viaje que Carlos I y su comitiva inician el 23 de septiembre de 1517. Sin embargo, apenas recorrerán los 23 kilómetros que separan Villaviciosa de «una aldea llamada Colunga», según describe en su crónica viajera el asistente del Rey, Laurent Vital. Al paso de la comitiva se topan con «gente a pie bien armada que se aproxima con la intención de ver pasar a su nuevo señor», pues ya se sabía que Castilla tenía por Rey al nieto de Fernando el Católico, fallecido en enero de 1516.
Cuando apenas llevan una legua de marcha, súbitamente una «fría y negra bruma» les amenaza. Aquella Asturias del siglo XVI es descrita por Vital, acostumbrado hasta entonces a la confortable vida palaciega en Flandes, como «un paraje desierto, inhabitable, muy peligroso», donde se contraen enfermedades que llevan a algunos hasta la muerte. En esta adversa situación, atormentados por la incesante lluvia, llegan a ese pequeño núcleo rural llamado Colunga, donde deciden detenerse. Al parecer, la mayoría viaja a caballo y las damas, en carro descubierto.
La preciosa Casona de los Alonso Covián, ejemplo de la arquitectura civil renacentista asturiana, es injustamente descrita por Laurent Vital en su crónica como «un alojamiento pobre y miserable». No la menciona explícitamente, pero todos los estudiosos concluyen que no pudo alojarse en otro lugar.
El Rey pasó en Colunga solo una noche, antes se seguir su ruta y llegar a Ribadesella. Sin embargo, de aquella pernocta del 23 de septiembre de 1517 ha quedado hasta nuestros días, presuntamente, la cama de castaño donde durmió Carlos de Gante. Las sucesivas generaciones de la familia Covián han ido transmitiéndose unas a otras la certeza de ese pequeño tesoro.