Jorge Hevia analiza el libro “ESPAÑA UNA HISTORIA GLOBAL”, de Luis Francisco Martínez Montes

ESPAÑA, UNA HISTORIA GLOBAL”

 

El diplomático Luis Francisco Martínez Montes es el autor de un libro extraordinario titulado “España, una historia global” que yo recomendaría vivamente a todos los que quieran conocer la historia de nuestro país, así como a aquellos que quieran encontrar argumentos para defender la tesis central del libro: que España es un país que ha hecho a lo largo de su rica historia enormes contribuciones a la Civilización y a la Historia universales. Martínez Montes trata de refutar las teorías del gran historiador británico Kenneth Clark, autor del libro “Civilización” (1969), transformado en una popular serie de televisión de la BBC con el mismo nombre. Lord Clark omite en su obra de manera escandalosa referencias a España por considerar, en la tradición de fuertes prejuicios antiespañoles de la historiografía anglosajona, que nuestro país no ha hecho aportaciones relevantes a la Civilización universal y occidental en particular.

 

Así, en el primer capítulo de la serie -de los 10 que la integran y que Martínez Montes va desmontando uno a uno- Clark sostiene que la Europa occidental estuvo a punto de ser destruida en la Edad Media debido al debilitamiento del legado de la Antigüedad clásica, a las invasiones de los pueblos del Norte como los vikingos y a la irrupción del Islam. Si Europa se salvó fue gracias a unos pocos monjes refugiados en Irlanda y a la poderosa personalidad de Carlomagno. Martínez Montes deja muy claro que mucho más trascendental en esa tarea fue la gigantesca figura de San Isidoro de Sevilla (560-636). Además de convertir a Recaredo I a la religión católica, Isidoro intentó con éxito evitar la desaparición de los cimientos de la cultura clásica y traspasarlos a la Monarquía visigoda. Su monumental obra del año 627, las Etimologías, es hoy considerada como una auténtica Enciclopedia, la obra más influyente y duradera escrita por un único autor durante la llamada Edad Oscura.

 

Martínez Montes analiza las numerosas contribuciones hispánicas a la Civilización universal, empezando por enumerar la formidable lista de personalidades del Imperio romano -junto con Grecia cuna de la Civilización occidental- procedentes de Hispania como, entre otros muchos, Séneca, Marcial, Marco Aurelio, Trajano, Adriano, Teodosio I y Prisciliano. A continuación, subraya la mezcla de culturas que tuvo lugar en Al-Andalus durante el largo período de ocupación musulmana que produjo figuras como Averroes, el judío Maimónides o Ibn Arabí. Sin olvidar a Raimundo Lulio o a Alfonso X el Sabio.

 

Luego se detiene en la colonización de América, momento esencial para la expansión de la civilización occidental a través de un formidable proceso de incorporación de alcance global. Analiza la aparición de un Derecho Internacional Global gracias a la Escuela de Salamanca y a intelectuales como Francisco de Vitoria y Francisco Suárez, la formulación de los derechos humanos universales por Bartolomé de las Casas (“todas las gentes del mundo son humanos…, todas las razas son una”) y Fray Antón de Montesinos, más de dos siglos y medio antes que Jefferson. Y destaca el protagonismo hispánico en la Era de las Exploraciones y los Descubrimientos, punto de partida de la Modernidad, con marinos como Elcano, Urdaneta y Legazpi. Sin olvidar capítulos como la mística española, la fundación de órdenes religiosas por españoles y la literatura y pintura de los siglos XVI y XVII.

 

Todos estos ejemplos, afirma Martínez Montes, “fueron posibles gracias a la continua evolución de una forma específica de civilización cuyos orígenes se remontan a la Hispania romana, al proyecto Hispano-visigodo de San Isidoro, a la España de las Tres Culturas y a la temprana expansión de los reinos ibéricos. El Mundo Hispánico de los siglos XVI y XVII, globalizador y globalizado, estaba asentado firmemente sobre sólidos cimientos, lo que explica su longevidad -cuatro siglos entre 1492 y 1898- y su capacidad de supervivencia y adaptación.”

 

Entre 1492 y 1579 fueron fundadas más de 200 ciudades en el Nuevo Mundo, así como una vasta red de colegios y Universidades. La primera institución de alta enseñanza en el Nuevo Mundo fue fundada en Santo Domingo en 1538, un siglo antes que Harvard, seguida por las de México y Lima, ambas de 1551, mientras que en 1611 se creó la Universidad de Santo Tomás de Manila. Pal Keleman, gran americanista húngaro, señala que “aquellos 300 años produjeron pensadores originales, académicos, poetas y músicos, artistas y escultores.”

 

La Monarquía española fue una de las grandes impulsoras, si no la mayor, de las expediciones científicas ultramarinas durante el siglo de las Luces, financiando más de 60 en América y los territorios del Pacífico, como la de Alessandro Malaspina entre 1789 y 1794. En la pintura, Goya es el pintor más revolucionario en la historia de Occidente, hasta la llegada de otro español, Pablo Picasso.

 

En la segunda mitad del siglo XIX y en el XX el Mundo Hispánico se revela como una auténtica potencia en el campo de la cultura: baste recordar a Rubén Darío, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Ortega, Neruda, Gabriela Mistral, Lorca, Borges, Buñuel, Orozco, Frida Kahlo, Lam, Matta…la lista es interminable.

 

Una última cita del autor: “El papel de España en la historia de la civilización ha sido en cierto modo el de un punto de encuentro y el de una plataforma de lanzamiento de pueblos y culturas de una forma extraordinariamente creativa. Es así como, aún formando parte de la civilización occidental, por mucho que Lord Clark no lo pensara así, España y el más amplio Mundo Hispánico la trascienden. Mientras otras naciones europeas como Gran Bretaña, Francia o los Países Bajos también tuvieron imperios ultramarinos y exportaron sus respectivas culturas a otras partes del mundo, o no pudieron o no quisieron crear nuevas versiones de la civilización occidental incorporando en su propio tejido interno los pueblos y culturas considerados ajenos a sus ‘esencias’ metropolitanas.”

 

En un momento de nuestra historia nacional como el actual, donde algunos líderes y sectores se muestran particularmente críticos de nuestro pasado y siembran dudas sobre los vínculos que nos unen como nación, es importante leer el libro de Martínez Montes para comprender que España es uno de los grandes países de Occidente y que sin su rica, variada, brillante y original contribución no se puede entender la historia de la Civilización occidental.

 

Pero no queremos mirar únicamente al pasado. Al concluir la lectura del libro uno se da cuenta de que nuestro país tiene unas condiciones extraordinarias -el español es hablado hoy por más de 570 millones de personas- para continuar siendo una fuente de creación de ideas y de obras artísticas, al formar parte de la Comunidad Iberoamericana, una de las más fértiles, variadas y vitales del mundo actual. La producción cultural en español, gracias especialmente a la vitalidad de los países latinoamericanos, es sin duda una de las más pujantes y originales del mundo de nuestros días.

 

JORGE HEVIA SIERRA

 

P.D. No he podido acortar este artículo. Y ya puestos, no quiero dejar de mencionar otros dos magníficos ensayos sobre nuestro país: “España. Ensayo de historia contemporánea” (1931) de Salvador de Madariaga; y “España inteligible. Razón histórica de las Españas” (1985) de Julián Marías.

 

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