“La Torre del reloj y más cosas de Lastres”, por Enrique Granda

Torre del Reloj y más cosas de Lastres

 

lEn 1751, en pleno esplendor económico de Lastres, fruto de la pesca de la ballena en los siglos XVI y XVII, había en esta villa familias muy adineradas que colaboraban con la mejora de su entorno. Fue en esos años cuando una fémina de la saga de los “Ordóñez” -que ingresaba como novicia en la orden de las religiosas Adoratrices en un convento en León como sor Teresa Robledo Ordóñez- construye con parte de su dote la Torre de este reloj de Lastres. Tiene unos doce metros de alto y una planta cuadrada de cuatro por cuatro metros. La obra costó 1.500 maravedíes. Al terminar el edificio, trajo de Londres el actual reloj desde unos talleres que eran de una empresa española. De esto hace ahora 267 años.

 

Más de un siglo después, el alcalde de Madrid importa otro reloj para el kilómetro cero de España y lo coloca en el edificio de la Puerta del Sol. Este reloj, del que tanto presumen los madrileños, solo tiene 150 años; o sea que el de Lastres es 117 años más antiguo que el madrileño. Observen que la fecha está grabada en su fachada.

 

Asimismo, comprobarán cómo el reloj dispone de una única manecilla, la de las horas. Los vecinos ya están desde siempre acostumbrados a calcular los minutos que faltan de tal o cual hora. Al reloj se le da cuerda todos los días. El más próximo en cumplir esta labor, en estas fechas, es Ángel Moro. Su ayudante para cuando él se ausenta es mi nieto Darío Granda.

 

El reloj, como queda dicho, se instala en 1751. La torre se inició un año antes sobre las ruinas de un fuerte defensivo que hacía su función en los siglos XII y XIII. Una vez terminada la torre y colocado el susodicho reloj, la misma religiosa construye junto al lado sur un edificio de dos plantas destinado a las primeras escuelas que hubo en Lastres.

 

Este último edificio fue vendido en subasta en la década de 1950 por el alcalde de Colunga, a cuyo municipio pertenece Lastres. No sin razón, hay autoridades de las que habría que recelar, pues son personas que no dan valor a obras hechas por nuestros ancestros. Años más tarde, otro alcalde derriba un puente romano del río que va a la playa de Lastres, haciéndolo nuevamente de hormigón. ¡Qué lástima!

 

Enrique Granda

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