LA OTRA BATALLA DE COVADONGA. SÍ FUERON «MOROS»

LA OTRA BATALLA DE COVADONGA. SÍ FUERON “MOROS”. POR OMAR PARDO CORTINA

Escrito por Omar Pardo Cortina • 29-03-2018

Sobre el mito de la Batalla de Covadonga – a la del siglo VIII me refiero – ya dijo hace muy poco el Dr. Fernández Conde en una brillante exposición en el Parador Nacional de Villanueva en Cangas de Onís (Asturias) todo lo que había que decir.

¿Que a algunos quizá no les haya gustado su versión…?

Pues bueno, cuando me indiquen ustedes a alguien más instruido en el tema, me lo cuentan. Lo digo porque los un poco versados en estos asuntos de sobra sabemos que las “consideraciones” del Dr. y a la vez sacerdote Fernández Conde son, sin ánimo de ser irreverente, poco menos que palabra de Dios.

Entre otras cosas, afirmó con rotundidad que la historia siempre es utilizada como conviene al poder, añadiendo a continuación que ocurre ahora y ocurrió siempre.

Y viene esto a cuento porque aquí el que suscribe les va a hablar también de La Batalla de Covadonga, pero no la del siglo VIII, sino de la del siglo XX, de la de hace cuatro días, vamos (1.937), durante la última guerra civil.

En este caso también la afirmación del Dr. Conde sobre la manipulación de la historia no puede ser más certera.

Las crónicas del momento – obviamente comprensibles además – están condicionadas por meras cuestiones de propaganda, ya que evidentemente la toma del Santuario era un hecho simbólico de una enorme importancia propagandística para el bando sublevado. No debemos olvidar el papel trascendental que la religión ocupaba en su base ideológica, adornada con rebosante entusiasmo por la propaganda Nacional:

“En este día, aniversario de mi exaltación a la Jefatura del Estado (1 Octubre) y al mando supremo de todos los ejércitos de Tierra, Mar y Aire…ha sido clavada nuestra bandera junto a la Cruz de Covadonga, como nueva afirmación del poder y del triunfo del ejército”. Esas palabras estaban perfectamente prediseñadas, pues no era en absoluto conveniente reconocer que tropas extranjeras, “moros” en concreto, los herederos de los mismos moros del siglo VIII, bien alejados además del espíritu de cruzada por su religión musulmana habían de alguna manera Reconquistado Covadonga doce siglos después. Así que nada más lógico que la historiografía manipulada por los vencedores, como siempre, tratara e incluso ahora siga tratando (y a un artículo del diario asturiano “La Nueva España” de hace bien poco aludo) de ocultar la decisiva participación de las tropas Regulares Indígenas, o sea “moros”, en la toma del lugar sagrado y sus alrededores con titulares como éste:

“La toma del real sitio por parte del Ejército de Franco fue protagonizada por el Regimiento de Infantería de Zamora…”

“La cueva y la basílica ocupadas por los Requetés de Navarra” y otros similares.

Pero nada más lejos de la realidad a pesar de los sensacionalistas titulares de la propaganda Nacional.

Lo que sí es cierto es que según el parte de operaciones localizado en el Archivo General Militar de Ávila del Regimiento de Infantería de Zamora nº 29 correspondiente a esas fechas, son la 1. ª y 2.ª compañías del cuarto Batallón de la citada unidad las primeras que entran físicamente en el lugar :

“En las últimas horas de la tarde del 1º de octubre de 1937, tropas del 4 º Batallón del Regimiento de Zamora enfilan en medio de una fina lluvia los últimos metros que las separan de Covadonga”…”conquistando el histórico y tradicional pueblo a las 18.15 horas”, según se relata, mientras la portada del diario «Región» enaltecía y glorificaba la heroica actuación de los requetés navarros.

Pero la realidad fue bien distinta, puesto que el mando Nacional era plenamente consciente de que el mando Republicano – como así fue en efecto – no cedería sin una titánica lucha una posición tan emblemática. Por ello, tras reiterados intentos repelidos y numerosas bajas por ambos bandos, como era de esperar, pusieron en primera fila a las tropas del IV Tabor de Alhucemas, al mando del aquel entonces Tte. Coronel, asturiano de Navelgas, Fernández Capalleja. Y lanzaron en vanguardia esas tropas contra el enemigo a la desesperada – y luego les aclararé este crucial punto– y vencieron la extrema y radical resistencia republicana tomando primero la Cruz de Priena (o de Pelayo) en un sangriento y espeluznante enfrentamiento cuerpo a cuerpo y granada en mano, después de ser sucesivamente rechazados en numerosas ocasiones, y luego Covadonga, donde a falta de municiones a última hora los defensores acabaron enfrentándose temerariamente hasta el final cuerpo a cuerpo a culatazo limpio contra los moros.

Así que mientras los Regulares del IV Tabor o lo que quedaba de ellos después de las numerosas bajas sufridas descendían hacia el Santuario una vez vencida la tenaz resistencia y evacuado ya el lugar por las tropas de Manolín Álvarez, presurosamente sus Oficiales detuvieron su avance, cediendo la cabeza de la Columna a la unidad de enlace de flanco, o sea, a la primera compañía del IV Batallón del Regimiento de Infantería de Zamora, compuesta como era de esperar, sólo por tropas españolas, que efectivamente eso sí que es verdad.

Esa es la realidad que cada uno puede interpretar como quiera, ya que desde un punto de vista objetivo tampoco puede decirse que los “moros” tomaran Covadonga, así literal; eso sería infravalorar evidentemente la labor de las Brigadas de Castilla, V de Navarra, el III de Argel o IV de Zamora, por no mencionar el decisivo apoyo de la aviación sublevada que prestó no poco auxilio a los Regulares del IV Tabor en la toma de la estratégica posición de la Cruz de Priena. No obstante estas consideraciones, todo el mundo sabe que el sacrificio de los moros del IV de Alhucemas fue capital en la toma del Santuario y que de no ser por ellos las tropas al mando de Manolín Álvarez no hubieran sido desalojadas de manera tan rápida y eficiente del emblemático lugar, sin duda. En todo caso, de ninguna manera podía permitirse airear una verdad inapelable: que ocho siglos después los moros reconquistaran Covadonga, pero los hechos y los testigos de tal acción no dejan lugar a dudas.

Como anteriormente les he indicado el punto que queda pendiente de aclarar ahora es el de la puesta en vanguardia de las tropas a las fuerzas Regulares, en este caso las del IV de Alhucemas, como ocurrió en esta y en otras múltiples ocasiones con otras unidades de tropas indígenas, y sumamente crucial para acabar con la falsa leyenda del “moro demonio”, gumia en mano degollando a diestro y siniestro, violador, saqueador y sádico en grado sumo. Esa leyenda que aún perdura no hace justicia a unas fuerzas que para no andarse con rodeos nadie ignora de qué manera fueron reclutadas, para ser utilizadas luego sin miramiento alguno como carne de cañón y como arma psicológica de propaganda y para dejarlas luego, salvo en casos muy excepcionales, abandonadas a su suerte sin compensación alguna o sumamente ridícula y con el sambenito demoníaco encima por si lo anterior no fuera suficiente.

Perfectamente conscientes del terror que “los moros” causaban entre milicianos, soldados y población civil española, el bando Nacional los utilizó como poderosa arma psicológica con el fin de desmoralizar al enemigo, dando pábulo a los degollamientos, matanzas, violaciones, saqueos, crímenes y salvajadas cometidas por las tropas moras sin ningún miramiento contra poblaciones civiles ya rendidas e indefensas. Es más, como en su día afirmó Julián Zugazagoitia y ratificaron en “petit comité”, claro, otros destacados jefes del bando Nacional:

“Psicológicamente ha sido un gran acierto del mando el colocar a los moros en vanguardia. El miliciano les tiene horror y los ve, sin verlos, en todas partes. No se sabe bien qué suerte de fiereza les atribuye. Se creería en un miedo ancestral y atávico contra el que nada pueden ni los razonamientos ni las coacciones”

Se trataba pues de desmoralizar al bando contrario, nada más lógico. Cuantos más fueran divulgados y exagerados los crímenes y atrocidades cometidos por los marroquíes, menos arrojo tendrían los soldados de la República para afrontarlos.

Se ha dicho con frecuencia que las atrocidades de los soldados marroquíes en España durante la Guerra Civil obedecían a su ansia de venganza contra los colonizadores, y que la cuestión era matar «españoles» para descargar su resentimiento, sus rencores y su odio contra el ocupante, dar rienda suelta a su deseo de desquitarse de todas las humillaciones, vejaciones y malos tratos que habían soportado durante la guerra del Rif. Lo cierto es que la difusión de ese “supuesto” comportamiento cuadraba a la perfección con la estrategia militar de las tropas sublevadas.

¿Que las fuerzas Regulares cometieron crímenes, atropellos y atrocidades durante la campaña?

Qué duda cabe, negarlo sería estúpido; pues claro que las cometieron, eso sí, infinitamente menos de las que se cuentan, desde luego…

Estamos hablando de una guerra y una guerra es lo que es, no es una historia de película americana, medallas, comportamientos heroicos, códigos de honor y todo eso que les suelen hacer ver en el cine; no, nada de eso. Ni una historia de buenos y malos como lo quieren hacer parecer los impulsores de la mal llamada memoria histórica, esa ahora tan de moda que describe a un bando como el mismo demonio y al otro como el vivo retrato de “Bambi”. Una guerra es lo que es aunque haya quien se empecine en no querer entenderlo, y no hay excepciones…

Eso no se corresponde con la realidad y cualquiera lo sabe, así que lo que aquí el que suscribe pretende que ustedes vean es que para nada es tan fiero el león como lo pintan y que las barbaridades cometidas por las malignas Fuerzas Regulares Indígenas, no fueron ni más ni menos que las mismas que las que “cometieron” otras Unidades, tanto de un bando como de otro a lo largo de toda la contienda, exageradas por temas de propaganda en grado sumo y utilizadas estratégicamente como arma psicológica.

¿Que cómo sabe esto aquí el que suscribe?

Pues bien sencillo, porque se ha documentado en la mejor fuente que hay – que no es la bibliográfica – no; se ha basado en las versiones de muchos combatientes de uno y otro bando y sobre todo en los Veteranos de las Fuerzas Regulares del G.F.R.I Alhucemas 5 y el G.F.R.I. Tetuán nº 1, donde prestó servicio en su día y pudo conversar en el patio del Cuerpo de Guardia principal con los viejos veteranos que aún venían a gestionar asuntos burocráticos e incluso creo que algunos a cobrar su exigua “paga” de veteranos de guerra.

Ellos me contaron su versión, y su versión dista infinitamente de cualquier versión oficial al uso. Me contaron una versión de miseria, reclutamientos forzosos disfrazados de voluntarios por hambre, de humillaciones, de desprecios y salvo muy contadas excepciones de olvidos, desagradecimientos y abandono. Y les aseguro que se callaban muchas cosas más aún de las que me dijeron y no por miedo a represalia alguna, puesto que eran todos ya de avanzada edad, quizá por su propia idiosincrasia o simplemente porque no era muy de su agrado recordar algo tan amargo y desolador; ya que aunque siempre muy cordiales y animosos conversadores, cualquier información referente a su etapa de soldados había que sacársela “con gancho” como suele decirse.

Como ejemplo es una lástima que no les pueda describir las caras de desagrado y reproche que le pusieron a un veterano cabo del Tetuán nº1, vanguardia en múltiples operaciones, cuando se lamentó amargamente en mi presencia, blog de notas en mano, de la sensación que le producía ir a recoger los cadáveres de sus compañeros después de un combate, ver que la mayoría de ellos los tiros los tenían en la espalda y tener que tragárselo…

Así que saquen ustedes sus conclusiones, y recuerden que la historia no siempre es como se la cuentan, o lo que es lo mismo en este caso:

“Que no es tan fiero el león como lo pintan”, no deben olvidarlo…

 

Omar Pardo Cortina. Veterano del Grupo de Fuerzas Regulares de Infantería Tetuán nº 1. Historiador, especializado en Historia Militar, Heraldista (Universidad de Oviedo y San Pablo CEU de Madrid). Oficial Reservista del Ejército de Tierra. Miembro de A.E.M.E. (Asociación Española de Militares Escritores nº 188). Funcionario civil en la actualidad. Nacido en Colunga (Asturias). Residente en la actualidad en Plasencia (Cáceres

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